Cuidado de la piel
Todas hemos escuchado alguna vez aquello de «A ti no te hace falta crema, eres demasiado joven»….
Todas hemos escuchado alguna vez aquello de «A ti no te hace falta crema, eres demasiado joven». Es cierto que el envejecimiento de la piel y la aparición de las arrugas son algunas de las cuestiones que más nos preocupan a las mujeres, pero es una preocupación tardía. Antes de los 30, nuestra piel está lo suficientemente fresca y luminosa como para tenerla en cuenta. Un error de base que nos pasará factura con el paso del tiempo.
En cada franja de edad nuestra piel tiene unas necesidades distintas. Evidentemente, un rostro joven requiere menos dedicación, todavía exento de las arrugas y marcas de expresión que irá acusando con el paso del tiempo. No obstante, cada envejecimiento es único, no es una cuestión de edad, y si mimamos nuestra piel desde el principio conseguiremos que su «llegada» se retrase lo máximo posible.
El primer escollo al que se enfrenta la piel tiene nombre propio: acné. Aunque no es exclusivo de este periodo de edad, los cambios hormonales asociados a la adolescencia tienden a incrementar la producción de hormonas androgénicas. Éstas segregan una mayor cantidad de sebo, obstruyendo los poros de la piel y dando lugar a la aparición de granitos y espinillas.
Entonces, ¿hay alguna forma de evitarlo? ¿Se puede corregir?
Es un error bastante frecuente pensar que el acné desaparece solo. Pese a tener un origen hormonal, si no se sigue un tratamiento adecuado para combatirlo es muy posible que sus efectos se prolonguen hasta la edad adulta.
Si quieres prevenir su aparición o al menos limitar sus efectos, te conviene incorporar los siguientes pasos a tu rutina de belleza:
Sin duda, la época dorada de nuestra piel. En este periodo, la mayoría de las mujeres hemos conseguido traspasar la frontera acnéica, mientras que la amenaza de las arrugas se presenta aún demasiado lejana. Es ahora cuando la piel tiene más tersura y brillo natural; exhala juventud y belleza, pero no por ello debemos abandonar su cuidado.
Nuestro ritual de belleza deberá guiarse por dos grandes prioridades: preservar la piel de los efectos dañinos del sol y buscar una hidratación constante.