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A todas nos gusta estar guapas pero, sin darnos cuenta, los pequeños gestos del día a día…
A todas nos gusta estar guapas pero, sin darnos cuenta, los pequeños gestos del día a día nos lo impiden. Arrugas, flacidez, piel de naranja, puntas abiertas… La mayoría pueden evitarse abandonando nuestros malos hábitos. ¿Sabes cuáles son?
Piel cetrina, sin brillo, flácida… A los incontables riesgos para la salud que tiene esta adicción se suma su capacidad de triplicar los signos de la edad. El tabaquismo provoca arrugas alrededor de los ojos, favorece la aparición del «código de barras», amarillea los dientes, genera manchas en las manos y en las uñas, reseca el cabello y altera la circulación (pérdida de tersura, piel de naranja, celulitis, etc. ). Si quieres preservar tu belleza, ¡olvídate del cigarrillo!
Un gesto muy seductor que, sin embargo, puede traernos problemas. Al toquetear la melena la contaminamos innecesariamente, haciendo que la suciedad y las bacterias terminen alcanzando nuestro rostro, llenándolo de impurezas y puntos negros.
¿Por qué lo hacemos? Según los expertos, esta mala costumbre nos relaja y nos ayuda a aliviar la tensión momentáneamente. Es lo que se conoce como onicofagia y, más allá del efecto antiestético que suponen unas uñas descamadas, puede llegar a dañar seriamente la salud de nuestras manos. Las cutículas pueden debilitarse de forma permanente y alterar la matriz de la uña haciendo que crezcan más gruesas de lo normal, irregulares y con estrías.
Sobre todo si vamos a estar expuestas a los rayos ultravioletas durante mucho tiempo. EL FPS que incorpora el maquillaje no es barrera suficiente para protegernos del sol, que al final se cuela a través de los pigmentos alterando nuestra piel y acelerando su envejecimiento.
La piel que rodea el contorno de ojos es extremadamente fina y delicada, de modo que el sol puede dañarla fácilmente. La aparición de las «patas de gallo» es una de sus primeras consecuencias, sobre todo por ese acto reflejo de fruncir el ceño y entrecerrar los párpados para protegernos.
Es la comida más importante y debería ser la más potente, incluyendo todos los nutrientes de la dieta. Pero, ¡no tenemos tiempo! A menudo un simple café nos basta, restándonos la energía necesaria para afrontar la jornada. Así, vamos arrastrando el cansancio durante todo el día, víctimas fáciles de la ansiedad y del estrés. Si hace falta, levántate media hora antes para hacer un desayuno completo. Tu cuerpo recuperará vitalidad y belleza. Además, piensa que tu organismo gasta muchísimas calorías para intentar quemarlo.
Nuestro organismo necesita al menos dos litros de agua al día para mantenerse hidratado y eliminar toxinas indeseadas. De lo contrario, sufriremos el efecto «uva pasa»: nuestra piel se arrugará antes de tiempo como consecuencia de la deshidratación.
Puede ser beneficioso para ejercitar y mantener tersos los músculos de la mandíbula, pero si nos excedemos puede provocar arrugas prematuras alrededor de la boca (código de barras).
Caída del cabello, sequedad, puntas abiertas, melena encrespada… ¿Tu pelo sufre alguno de estos síntomas? Si quieres evitarlos, intenta reducir el uso del secador, la plancha o las tenacillas. Y, siempre que sea necesario, emplea un protector térmico para no dañar las fibras, elimina antes la humedad con una toalla y no te excedas (no des más de tres pasadas en un mismo mechón).
Puede provocar infecciones, sarpullidos, acné y otras graves alteraciones en nuestra piel. Para evitarlo, comprueba con regularidad que tus cosméticos no se hayan pasado de fecha. Normalmente, estos productos tienen un tiempo de vida de entre 12 y 18 meses (sobre todo en el caso del maquillaje), pero si ves que han cambiado de color o textura, deshazte de ellos. ¡Y trata de no guardarlos en el baño! Un ambiente excesivamente húmedo puede estropearlos y hacer que su tiempo de vida se acorte.
¿Limpias tus herramientas de belleza a diario? No hacerlo puede traer consecuencias irreparables. Las brochas, cepillos y esponjas de maquillaje acumulan gran cantidad de gérmenes y bacterias que anidarán directamente en tu piel si no las eliminas. Basta con colocarlas bajo el chorro de agua nada más acabar y aplicar un poco de jabón neutro. Un pequeño truco: una vez a la semana rocíalas con un poco de alcohol para terminar de deshacerte de ellas.
¿Antes muerta que sencilla? Además de estar pasado de moda, este hábito hace que nuestra piel se ensucie el doble, aumentando la producción de sebo y la aparición de impurezas.
¿Quién iba a decir que fuese malo? ¡Y por supuesto que no lo es! Pero al hacer ejercicio nuestros poros se dilatan favoreciendo que la contaminación y la suciedad penetren en la piel. Antes de salir a hacer running comprueba los niveles de polución en tu ciudad (si están disparados, quizás sea mejor que vayas al gimnasio o que hagas alguna tabla en casa).
Una postura muy cómoda y muy habitual que, sin embargo, dificulta la circulación. El agua y las toxinas se acumulan en nuestras piernas favoreciendo la flacidez y la aparición de celulitis. Intenta no permanecer en esta posición más de 15 minutos y combate el sedentarismo dando pequeños paseos cada dos horas.
El exceso de calor dilata los capilares y ralentiza la microcirculación provocándonos piel de naranja y pérdida de tonicidad. Opta mejor por el agua tibia y altérnala con chorros de agua fría para activar la circulación en brazos y muslos.
Un abuso de las nuevas tecnologías puede tener efectos secundarios. Está demostrado que al mirar el móvil fruncimos ligeramente el ceño, acentuando los pliegues alrededor de los ojos, y crea malas posturas (el llamado «tech neck» causante de tantas contracturas y la temida doble papada).
La calefacción y el aire acondicionado debilitan nuestra piel haciendo que sea más vulnerable a los factores externos, resecándola y matando su brillo natural. Si pasas mucho tiempo en entornos climatizados trata de pulsar el off con más frecuencia.
Las horas de sueño son las que emplea nuestra piel para regenerarse, eliminar células muertas y recuperar vitalidad. Si impedimos que se oxigene con una capa de maquillaje experimentaremos antes los síntomas del envejecimiento, perdiendo luminosidad y tersura en el rostro.
Todas esas impurezas que eliminamos durante la noche se quedan adheridas en la tela. Si no lavamos las fundas cada dos días, las bacterias tienden a acumularse y pueden llegar a contaminarnos la cara y el pelo, generando un exceso de grasa.
¿Cuántas veces no nos hemos despertado con la marca de las sábanas en la cara? Al cabo de media hora desaparecen, pero con el paso del tiempo esta costumbre nocturna puede hacer que los surcos se queden de forma permanente. Cambia de hábitos y empieza a dormir en horizontal.